jueves, 7 de febrero de 2013

Sobre mi estadía en el purgatorio

Hace ya bastante tiempo que no escribo en este blog, y qué mejor forma de volver que relatándoos la crónica sobre mi experiencia en este ¿plano dimensional? (si es que sigue existiendo, porque hace un tiempo llegó a mis oídos que había desaparecido como tal del canon cristiano (igual lo suprimieron porque los asistentes que trabajaban allí generaban unos gastos que la empresa no podía pagar, ¡qué sé yo!)). Tranquilizáos, no me he muerto de repente y estoy escribiendo esto póstumamente. El lugar donde estuve era la representación del purgatorio en la Tierra. Algunos lo llaman "tienda vodafone".


Debí haberme dado cuenta desde el momento en el que entré, pues se trataba de un paraje casi completamente blanco, con algún que otro adorno de otro color que poseía una importancia marginal en el conjunto de la tienda. Tras examinar el sitio como suelo hacer siempre que entro en un lugar que me es desconocido, me acerqué hacia una de las paredes del local donde se exponían maquetas de móviles. Hay algo bastante curioso que he de comentar acerca de estas maquetas: estaban todas colgadas sobre pequeños rectángulos que salían de la pared y en los cuales se exponía información básica sobre el producto, al igual que su "categoría". Nada más entrar en la tienda se podían ver los móviles "premium", más adelante los "avanzados", tras estes los "básicos" y al final unos que no tenían categoría alguna y que se correspondían con los más simples (que eran los que me interesaban a mí en este momento). Probablemente se tratara de una vil estrategia para echarme para atrás y que comprase un móvil más caro, pero de serlo, no funcionó.

Una vez hube decidido el teléfono que quería comprar de entre todos los pariamóviles de la tienda, me senté en un sofá situado en el local y esperé turno. Estuve un rato sentado, probablemente no más de media hora, pero ya sabéis cómo son estos planos dimensionales MÀHJICOS, que el tiempo funciona distinto ahí dentro. Mientras esperaba mi turno, además de pensar en mis cosas, escuché los quejidos de las otras almas que se encontraban en el local. Una de ellas, sollozaba por la pérdida de su teléfono móvil (diciendo "Ya lo echo de menos" al ver uno de los modelos expuestos) por circunstancias que desconozco. Otra de ellas era una señora que estaba comprando un iPad (esta creo que no tenía ningún problema en especial, pero estaba comprando un producto de Apple; aunque ella no tuviese pena alguna yo la tenía por ella). Aún con este desolador prospecto, decidí seguir esperando a mi turno mientras la chica que estaba siendo atendida antes que yo regateaba con el dependiente, probablemente para asegurar su ascenso al cielo o quizás para conseguir una tarifa decente para su móvil.

Pero finalmente llegó mi turno, me planté frente al dependiente y este me dijo... que no había cogido ningún número en "la máquina", sin darme más explicaciones sobre el asunto. Esto me pareció bastante extraño, asi que miré a mis alrededores para ver si encontraba alguna "máquina" en la que coger número. Mientras examinaba las inmediaciones, vi que uno de los clientes me señalaba un ticket que había cogido, presumiblemente en esa "máquina" tan importante. Entonces caí en la cuenta de que, como era más que obvio, estaba en el purgatorio; los tickets que se cogían en la máquina eran las bulas que permitían a los clientes ascender al cielo (o quizás solo ser atendidos) y "la máquina" probablemente se tratara de una actualización de última hora por parte de Ratzinger Z (también conocido como Benedicto XVI en otros sitios)), un lugar donde se generaría mi bula si alguien la hubiese comprado o si alguien le hubiese dado todas sus tierras al papa o algo así. Ante el recochineo del tipo que sí que tenía bula, examiné con mayor detenimiento la zona, para ver si la máquina se encontraba en las inmediaciones y no la había visto; aunque tampoco lo conseguí esta vez. Lo que sí que habia era un monitor que había visto desde el principio para "consultar" cosas, pero como de buenas a primeras no me daba la impresión de que fuese a imprimir tickets (o bulas, más bien), pues no había ningún cartel que indicara la necesidad de acudir ahí para ser atendido; me di la vuelta y salí por la puerta, no sin antes revisar por última vez si había alguna "máquina" dentro que no hubiese visto.

Y así fue como regresé al mundo de los vivos, con los mismos bienes materiales con los que entré pero con algo menos de tiempo. De todos modos, seguro que el cielo no merece tanto la pena. Y segurísimo que Vodafone tampoco.